Los mensajes que callé: Síndrome del corazón roto.
No te voy a
mentir, porque no ha sido nada fácil aceptar tu partida, pero, sabes que soy un
hombre de hábitos y costumbres, solo así puedo mantenerme en pie.
Me doy cuenta
que la caminata me ha hecho perder la puntualidad, esa misma que siempre
rabiaste conmigo, porque nunca fuiste bueno para estar listo a tiempo. Y en mi
reloj veo la hora espejo, ya es el momento perfecto para pedir un deseo, y
estoy seguro que sabes qué es lo que más quiero.
Siempre lo
sabías todo.
Ya son las
11:12 a.m, el tiempo pasó y confieso que aún no me acostumbro a hablar de ti en
pasado, pero cómo es posible hacerlo si te siento cada día, a cada segundo, tan
presente. Al levantarme en la mañana, miro rápidamente el lado izquierdo de la
cama y siempre eres mi primer pensamiento al despertar. Espero encontrarme de
frente con tus ojos de almendra y me abofetea el vacío de la cama. Y después me
quedo contemplativo, observando meticulosamente la fotografía que está en el
velador, en tu lado de la cama.
Tú y yo,
sonrientes como siempre, en alguno de nuestros paseos al cerro, justo en un
domingo como este. Y me rio pensando que odiabas tanto los domingos, que no
podías quedarte quieto en casa, así que, ideábamos planes para salir y pasear
por la plaza, ir a mojarnos las patitas a la orilla de la playa, darle migajas
de pan a las gaviotas en el muelle o simplemente deambular por la ciudad.
Caminar, lado a lado, a veces de la mano, otras abrazados o pegados nuestros
hombros y acordando sobre lo que haríamos al llegar a casa.
Y ahora todo me
da rabia. Todavía no comprendo cómo es que el mundo pudo seguir avanzando, sin
pausa y sin ti.
Te veo en los
ojos de nuestros conocidos, quienes siempre se refieren de forma gentil hacia
ti. Me dicen, en un intento de reconfortarme, que siempre serás recordado, y
siento sus palabras en el fondo de mi corazón. Pero, sinceramente, preferiría
no tener que recordarte, sino vivirte. Vivir nuestra vida juntos. Nuestras
caminatas, besos y discusiones. Tal vez no tuvimos el romance ni la fantasía
perfecta, pero amaba profundamente nuestra vida. Espero que lo sepas, aunque tuve
la fortuna de decírtelo antes de verte cerrar tus ojos, por una última vez.
Y es rico
recordarte, mi amor, aun así, el dolor hoy me supera y siento un agujero
profundo que pareciera no tener fin. Por lo que, me presiono el pecho con mi
mano dominante, tratante de contener el palpito desbocado y las irrefrenables
ganas de llorar. Aunque fácilmente podría perder el control y dejarme vaciar
como aguacero, pero quiero ser un poquito más fuerte, si es que se puede.
Quiero ser digno y llegar con una sonrisa a nuestro encuentro.
Entonces, trato
de poner en práctica lo que me dijo el joven terapeuta de nombre extraño, que
ponga atención en rededor, describiendo cualquier cosa que esté cerca y
respirar profundamente. Y casi logro dominar el dolor salvaje que me quema, que
me recuerda incesantemente de tu ausencia, y es la calma suficiente para
hacerme llegar a mi destino.
Sé que puede
parecer un comentario morboso, pero realmente me parece curioso que este sitio
sea un depósito de cuerpos, de personas que amamos y que no queremos, por nada
del mundo, dejar ir. Un cúmulo de almas que por fin pueden descansar
tranquilas, pero la calma, la paz no nos llega a los que lamentablemente
seguimos sin ti.
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