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Vida pasada: Fragmentos.

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Que no confíes en la luna, te digo y te lo reclamo, porque está constantemente cambiando, pero no puedes dejar de contemplarla.   Me quedé enceguecido de tu mirada brillante e infinita, tan vulnerable que, si la tocas, si tuvieras la suerte de alcanzar podría convertirte en polvo de estrellas.   Y no tengo miedo de los cabellos de seda que se van enredando con cada caricia, porque este encuentro nuestro que envenena y me devuelve a la vida, es precisamente lo que buscaba.   Me voy deslizando por las curvas, suavizando el precipicio que desemboca en tus labios y cautivando con la piel ardiente que me encadena, liberado el carmesí de tus mejillas como volcán en erupción, y descubro, cuando es de noche, que tú y yo estamos solos anhelando un cuerpo y alma frágil como un huracán.

Vida pasada: Cuadro completo.

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  Sé que seguí todo al pie de la letra y si hubiese una receta, sé que lo hice de forma perfecta. Perseguí el camino que fue trazado para mí. Como hoja de ruta: sobreviví a la adolescencia, fui a la universidad, trabajé y conviví, pero qué más podría hacer, qué más podría pasar. Ese era mi destino, todo el plan, pensé que lo tenía todo resuelto. Tenía un mapa de un camino que ya había recorrido y Dios, el universo o mi karma simplemente se rieron en mi cara. Me di cuenta que es verdad lo que dicen: que uno propone y Dios dispone, y aunque recorrí el camino, paso a pasito, nunca llegué a mi verdadero destino. Me siento como un niño perdido entre la muchedumbre, atemorizado, dando vueltas sobre sí mismo. Luego, enfoco la mirada en busca de un lugar, un refugio que me brinde seguridad, pero las lágrimas empiezan a correr. Se me nubla la visión y el pánico me inunda el pecho. Lo hice todo justo como debía hacerse, aun así, el lado de mi cama sigue vacía y la habitación se ve mucho más gran

Vida pasada: Desleal.

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Escucho un murmullo entre medio de mis latidos y trato de engañarme, diciéndome que es mi respiración, pero me vuelvo a engañar, una vez más.   Cuando logro conciliar el sueño caigo por un abismo y te culpo, estoy seguro que me cortaste los hilos, pero el culpable se encuentra en mi reflejo con las manos cubiertas de tu sangre.   Intento huir de las pesadillas, pero la culpa martillea con fuerza y ya no sé qué hacer.   Puede que una disculpa pueda exonerarme del tiempo, de la vida que te arrebaté, y la verdad es una sola y es que te llené de zozobra.   Cómo pude haberte fallado, se ha convertido en mi mantra y mi karma.   Y pa’ sobrevivir a las penas de tus fantasmas me sigo reclamando que, en la siguiente vida cuando nos volvamos a encontrar, lo voy a hacer mejor, pero en mí no te puedes confiar.   Pareciera fácil dejarte ir como deshojar pétalos de una margarita, no obstante, tu recuerdo seguirá vibrándome en la

Vida pasada: Solamente porque sí.

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  Envidia que incomoda como picazón en la piel hambrientas sus ganas de ostentar, de tener lo que tú tienes y anhelar lo que posees.   Recorriendo las calles con las manos gélidas y el corazón a cuestas, a punto de quebrarse, escucho risas tras mi espalda y pienso que también me gustaría reír a carcajadas y que de mis entrañas eructe una risa tan contagiosa que me despierte del letargo. Pero sigo caminando y esbozando una sonrisa, pendiente a la vida que se marchita.   Y dicen que la ignorancia es felicidad, pero al ver las sonrisas brotando de sus ojos muertos distantes del dolor y totalmente ajenos a la oscuridad, me siento como una polilla que perdió el vuelo. Si aleteo hacia la luz, sé que podría quemarme las alas y mis cenizas serán fantasma entre la muchedumbre, pero realmente quiero esa sonrisa necia, reír solo por reír, porque ha amanecido y es un nuevo día para vivir.   Envidio la sonrisa que luces en tus labios camin

Vida pasada: Como las hojas desteñidas.

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  Algunos días me gustaría no sentir nada.   Mi corazón se haría piedra y simplemente podría no sentir las heridas.   Anhelo el silencio como una tonada, cuando estoy solo en casa y todo cobra sentido. Luego, apago la lampara y recostado, tendido en el infinito espacio abrazado conmigo mismo solo, distante al sonido.   Preferiría que el sueño me alcance y llevarme al vacío de un tirón, pero permanezco contemplativo ante las sombras que danzan en el cielo.   Escucho que me llaman, me dicen que las siga y me una a su baile interminable.   Y juro que podría dejarlo todo, desvanecerme en aquellas figuras, pero, nuevamente la luz irrumpe, me deslumbra.   Si me derrumbo con todo el peso del corazón, ¿podría caer de pie o flotaría como un montón de hojas desteñidas de algún otoño olvidado?   Respiro lentamente pa’ que el sueño me lleve de una carrera sin fin y cierro los ojos mi vida dependiendo de ello con cada

Vida pasada: La rutina.

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  En la semana mis emociones desparramadas, enredadas por todo mi cuerpo desproporcionadas ahogándome y sintiéndome entumecido.   Cada día me siento más perdido, Abrumado como máquina que debe seguir produciendo, aunque me encuentre gastado, a veces indeciso o roto, completamente vacío.   Ya no encuentro refugio para lo agobiante de esta vida.   Y sé que debo aguantar la respiración, poner cara de valiente para enfrentar el día a día, pero, quizá nunca sea suficiente.   Me siento sin descanso, solo cerrando los ojos al anochecer.   No me malentiendas, juro que soy un agradecido de cada momento vivido y me siento el más afortunado, y así, más agobiado de la culpa que irrumpe, juzgándome como mi peor enemigo.   Entonces, como una rutina, un mantra, el ciclo sin fin, apago las luces, vuelvo a gritar contra la almohada que me escucha contra su voluntad mi desesperación al encontrar una respuesta, esperando un

Vida pasada: Tu consuelo.

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Sus ojos tímidos apreciándolo desde una tenue distancia, observándolo y se percata que los años no se han ido en vano, las noches sin dormir le han pasado la cuenta nublándole el juicio, sus ojeras.   Moviéndose frente a él parece como un muñeco roto, quebrantado por el pasar del tiempo, roto y olvidado se quedó.   Le entristece saber que ha pasado de mano en mano y que nadie le ha sabido disfrutar. Y si fuese de él habría jugado horas y horas sin descansar, pero esas garras que lo han poseído, ¿fue lo mejor que le pudo pasar?   Que juegan y juegan hasta cansarse, pero ¿cumplió ya con su propósito?   Quisiera poder transgredir la gentil distancia que lo protege, traspasar los límites y darle un fuerte abrazo que le haga creer de nuevo en el mundo y hacerle saber que el mundo es maravilloso porque está en él.   Si lo escucha sería suficiente para enfrentar un día más, ¿lo podrías creer?   Entonces, deja que las grietas