Silver wolf... contra la nevada.
Aunque demostró seguridad frente a sus compañeros, incluso cierta altanería, en lo más profundo de su interior, Logan pensó que, si la nave no aguantaba y morían en el nevazón que no les daba tregua, definitivamente sería una excelente anécdota para incluir en su bitácora. Mientras que sus pensamientos seguían convergiendo en su mente, Logan hizo un total y absoluto despliegue de su talento frente al volante, utilizando cada una de sus habilidades para sortear a través del manto blanco que no dejaba de precipitar. Y aunque le tomó desprevenido, se acordó de la angustia que sintió cuando cogió por vez primera el volante de su nave, un recuerdo que lo tomó desprevenido. Recordó que, la primera vez que osó a tomar el volante del lobo plateado, las manos le tiritaban, y no solo por la ansiedad que le provocaba el inminente impulsivo que estaba a punto de proceder, sino por la rabia que sentía, más bien, la colera que le atormentaba el pecho y quiso apretar todos los impulsores de la nave