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Mostrando entradas de julio, 2023

Los mensajes que callé: Valentín (Vol. Final)

  mi sol luminoso, ve a descansar tras los árboles que te acogen   aunque mis brazos no te acunen, soñaremos un nuevo despertar.   Y todo será más bonito, pese al invierno tan frío, estaremos solos tú y yo   y las hojitas seguirán clamando tu nombre   y en sus ojitos podré verte siempre en cada retoño que florece mi rubio ojitos de miel, jamás te olvidaré.

Los mensajes que callé: Valentín (Vol. II)

  te siento desde un bosque que oculta misterios, figura danzante y esquiva.   Tras los árboles, escapando de mi alcance, cuando no puedo acariciarte y las hojitas se mueven, incesante.   Y llamo tu nombre, esperando que me escuches entre las nubes que te envuelven y protegen, y quisiera ser yo quien te mece.   Ay, mi Valentín, tu falta de siente.

Los mensajes que callé: Valentín (Vol. I)

vengo a buscarte, aunque sea inconveniente despertarte del sueño con mis susurros y lamentos.   Quiero que vuelvas, porque no es lo mismo sin ti.   Y sigo necesitándote, tu contoneo, tu ronroneo, que solía ser mi compañía, mi vida ya no es alegría, sin ti.

Los mensajes que callé: Ilusión.

Juego con tus cabellos como el viento travieso de caricias furtivas escondiéndose entre medio de las sombras, en las pestañas, justito sobre el pecho y el ocaso se pierde con nuestro beso.   Y tengo miedo que se difumine como acuarelas que se desparraman de violeta azulado sobre tus manos.   Aguántame la mirada y sostén la respiración.   Concédeme que tus palabras dancen calladitas, abrigándome la piel tan fría que te pide a gritos risas cómplices que coquetean cuando tus latidos aletean.   Solo pido que no se nos acabe el encuentro antes de empezar.

Los mensajes que callé: La fábula del ciervo y el lobo.

     Sus pasos elegantes irrumpieron la paz del desierto. Aunque sabía que sería un blanco fácil para las miradas salvajes, contoneándose orgulloso y sin miedo, se dio el tiempo para trotar sigiloso por medio de los árboles. Paseándose, sin duda alguna, hasta que unos ojos rojizos se posaron sobre su esbelta figura. Pudo haber seguido su camino sin contratiempos, pero ya estaba harto de correr sin rumbo, asustado, oculto entre las sombras. Y quizá no era el momento para hacerse el valiente, pese a que su pulso le clamaba a escapar del lugar, pero sus ojos se encontraron con la mirada hambrienta de su cazador, enfrentándose a lo que posiblemente sería su fin. Lo primero que llamó su atención fue su oscuro pelaje, sedoso, que imagino siendo acariciado por el viento, mientras se acercaba cuidadoso entre las rocas y plantas puntiagudas que sabía esquivar. También centró su atención en el corazón palpitante, desbocado, ansioso por hincar el diente en su cuerpo que primero estaría tenso y

Los mensajes que callé: Antonio, toma uno.

     Es solo un cascaron, qué más da. Si solo necesito mudar la piel, cuál es el dilema. Cierro los ojos y me concentro en el sonido, cómo se va resquebrajando, lentamente. Y todo parece tan lejano. Un efecto hipnótico. Sin necesidad de ningún narcótico que me pueda prescribir. Y se rompe. O, a veces, lo moldean, le dan vueltas y girones, y lo vuelven a romper. Qué tan duro puede ser este cascaron. Su resistencia o durabilidad. Su flexibilidad y su voluntad para romperse y armarse, otra vez. Prefiero pensar que no le quedan huellas. Que todas sus piezas rotas pueden desvanecerse con un solo soplido, porque polvo al polvo me convertí. Pero no te atrevas a soltar ninguna lágrima por mí. Esto es solo una muda, ya te lo dije. Estas prendas que caen al suelo, mientras me contemplas y te acaricias, esta piel desnuda que me viste no es nada más. La voy a cambiar; la piel, el color de mis ojos, lo alborotado de mis cabellos. Y me pregunto si seguirás mirándome, con esa visión feroz q

Los mensajes que callé: Por mi camino iré.

Dibujo una puerta, una entrada que no se ve a simple vista y cuando cierro los ojos está abierta, clamando mi nombre, esperando que cruce el umbral, el límite de lo desconocido.   Sin miedo.   Y cruzaré bosques y valles con la cabeza en alto, seguiré las estrellas que puedan guiar mi camino, aunque, si me pierdo, ¿podré regresar?   Quiero despojarme de lo que he dejado, abrazos y cariños que he abandonado, sin mirar atrás.   Y qué es lo que susurran las flores, los secretos que desvelan y quieren ser descubiertos por mis dedos torpes. Todo está a mi alcance, casi puedo tocarlo, pero todo se desvanece en medio de la noche.   ¿Me he engañado pensando que todo estaría mejor?   Y seguiré mi camino vislumbrando nuevos senderos, dándome cuenta, si alguien me echa de menos.

Los mensajes que callé: Para alguien que ya no eres.

Hoy vi tu rostro en las noticias. No era la misma cara que recordaba de antaño, con tus mejillas sonrosadas y el cabello tieso y grueso, pero tus ojos seguían brindando esa mirada de autosuficiencia. Tal vez era cobardía. Y, aunque quise esquivarla, me siguió apareciendo en los periódicos y en cada rincón, sin saber lo que me quería mostrar. Sé que es una estupidez el solo hecho de preguntármelo, pero ¿a dónde se fue ese chico inocente?, ese amigo con quien jugaba cartas pokemon, planeaba las burlas y jugarretas a nuestros compañeros del colegio y con quien nos jurábamos fraternidad eterna, toda una vida de amistad sincera que se derrumbó con tu traición. Y qué diría ese pequeño ahora, sabiendo que te declararon culpable en las noticias, ¿lo creería? Te confieso que no dudé de tu culpabilidad, y si con ello estoy manchando nuestra lealtad, prefiero devolverte la mano y traicionarte a llorar tu caída en desgracia, porque el daño ya está hecho, el dolor que has causado es irremedia

Los mensajes que callé: Querido Nicolás.

Dónde estás otra vez te has esfumado, pero te llevo aquí dentro en los pensamientos, cada día en los recuerdos, los momentos que vivimos, y que no me puedo arrancar.   ¿Será alguna vez suficiente el perdón?   Tu puño es de hierro, pero tu mirada tierna me invita a pasar.   Querido Nicolás, hay tanto que quiero decirte más el tiempo se nos ha acabado, pero puedo robar un poco al destino y volver a la compañía de tu abrazo.   Se gentil, aún no sé cómo amar.   Al anochecer te prenderé una velita y me cobijaré con nuestras mejores historias; jugarretas, risotadas y promesas de fraternidad, al amor no correspondido que vive en mí.   Te espero aquí.

Los mensajes que callé: Prendido.

       Algunas veces me cuesta recordar lo que había antes de ti, de nosotros, de lo que no alcanzamos a nombrar. Me pregunto si habrá sido por miedo. Si hubiera vencido la más inmensa de las alturas, ¿tu habrías hecho lo mismo? Tal vez estoy pidiendo demasiado. Y nuevamente le imploro a la noche, rogando a ojos cerrados, con el insomnio a cuestas y el corazón palpitante, que me dé alguna respuesta sobre tu ausencia. Porque solo Dios y tú saben el por qué vienes y vas, constante como las olas que tarde o temprano estallan en la orilla, cuando lo único que quiero es que llegues a mí y me devuelvas la piel desnuda y deseosa de tus besos, pero el temor se posa en tus pestañas y vuelves a revolotear, lejos. Podría reclamarte por el insomnio y las noches en velo, culpándote por quedar prendido entre las sombras, en la oscuridad de mi habitación, dedicándote susurros ahogados y la fiebre que no cesa cuando mis pensamientos sobre ti me llenan en lo profundo. Que te reclamo y pido más, aún