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Mostrando entradas de marzo, 2024

Vida pasada: Como las hojas desteñidas.

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  Algunos días me gustaría no sentir nada.   Mi corazón se haría piedra y simplemente podría no sentir las heridas.   Anhelo el silencio como una tonada, cuando estoy solo en casa y todo cobra sentido. Luego, apago la lampara y recostado, tendido en el infinito espacio abrazado conmigo mismo solo, distante al sonido.   Preferiría que el sueño me alcance y llevarme al vacío de un tirón, pero permanezco contemplativo ante las sombras que danzan en el cielo.   Escucho que me llaman, me dicen que las siga y me una a su baile interminable.   Y juro que podría dejarlo todo, desvanecerme en aquellas figuras, pero, nuevamente la luz irrumpe, me deslumbra.   Si me derrumbo con todo el peso del corazón, ¿podría caer de pie o flotaría como un montón de hojas desteñidas de algún otoño olvidado?   Respiro lentamente pa’ que el sueño me lleve de una carrera sin fin y cierro los ojos mi vida dependiendo de ello con cada

Vida pasada: La rutina.

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  En la semana mis emociones desparramadas, enredadas por todo mi cuerpo desproporcionadas ahogándome y sintiéndome entumecido.   Cada día me siento más perdido, Abrumado como máquina que debe seguir produciendo, aunque me encuentre gastado, a veces indeciso o roto, completamente vacío.   Ya no encuentro refugio para lo agobiante de esta vida.   Y sé que debo aguantar la respiración, poner cara de valiente para enfrentar el día a día, pero, quizá nunca sea suficiente.   Me siento sin descanso, solo cerrando los ojos al anochecer.   No me malentiendas, juro que soy un agradecido de cada momento vivido y me siento el más afortunado, y así, más agobiado de la culpa que irrumpe, juzgándome como mi peor enemigo.   Entonces, como una rutina, un mantra, el ciclo sin fin, apago las luces, vuelvo a gritar contra la almohada que me escucha contra su voluntad mi desesperación al encontrar una respuesta, esperando un

Vida pasada: Tu consuelo.

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Sus ojos tímidos apreciándolo desde una tenue distancia, observándolo y se percata que los años no se han ido en vano, las noches sin dormir le han pasado la cuenta nublándole el juicio, sus ojeras.   Moviéndose frente a él parece como un muñeco roto, quebrantado por el pasar del tiempo, roto y olvidado se quedó.   Le entristece saber que ha pasado de mano en mano y que nadie le ha sabido disfrutar. Y si fuese de él habría jugado horas y horas sin descansar, pero esas garras que lo han poseído, ¿fue lo mejor que le pudo pasar?   Que juegan y juegan hasta cansarse, pero ¿cumplió ya con su propósito?   Quisiera poder transgredir la gentil distancia que lo protege, traspasar los límites y darle un fuerte abrazo que le haga creer de nuevo en el mundo y hacerle saber que el mundo es maravilloso porque está en él.   Si lo escucha sería suficiente para enfrentar un día más, ¿lo podrías creer?   Entonces, deja que las grietas