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Mostrando entradas de agosto, 2023

Los mensajes que callé: La alegría del amor.

  ¿Está roto tu corazón?   Déjame vendarlo, darle los cuidados apropiados, llenarle de caricias hasta sanar la herida, que no hay nada en esta vida que quiera más que cuidar de ti.   Y te ofrezco mis hombros no solo para llorar, solo apóyate en ellos y verás que juntos lo podemos superar todo y te brindo mis brazos y piernas, mis risas y besos, mi tiempo y el cariño que te tengo, que un solo beso nos conceda, un infinito, contigo.   Si tu saltas, yo salto, amor.   Suéltale la mano al miedo no es nuestro compañero, afrontaremos la angustia y el pesar, tú y yo, dos amantes de la vida porque no hay mayor alegría verte los ojitos morochos sonreír.

Los mensajes que callé: La alegría ya viene.

Hoy, más que en otros días, la cabeza se me carga con pensamientos sofocantes, aleatorios, imágenes desafortunadas y creencias erróneas. Que no soy capaz, que el poder de las letras me ha abandonado, que no sirvo para nada, y aunque la lista podría continuar reproduciéndose toda la noche, la más recurrente de ellas es: “no has logrado nada”. Estoy chiquito, digo consolándome para mis adentros, pero la cruel verdad es que estoy viejo. Soy todo un adulto, y ya no es una excusa que estoy luchando para conseguirlo, porque se supone que tengo toda la sabiduría y experiencia, pero no siento el poder para alcanzar mi meta. Y siento esta maldita ansiedad nuevamente cargándose sobre mi pecho preguntándome, si realmente debería luchar por lograrlo. En fin, mañana será otro día y quizá con el vuelva la alegría. Y cuando el té de melisa no me ayuda para conciliar el sueño y las respiraciones profundas no pueden mantener la distancia de mis malos pensamientos, salgo rápidamente al jardín del

Los mensajes que callé: Nota a mi amor.

Que te quiero y cómo podría mentir si la mañana nace de tus ojos, rayitos de sol luminosos, que me abriga cuando dudo de mí, y los vientos soplan en toda dirección, divulgando, proclamando que eres lo más bello, mi octava maravilla, y las estrellas se ponen celosas de tu encanto y ternura que cautivan mi atención.   Que te miento cómo podría, cuando te quiero para toda mi vida.

Los mensajes que callé: Palabras sin fin.

He confiado en el poder de las palabras, a ojos cerrados, caminando por un campo oscuro, convencido de que encontraré la luz del otro lado. Pero, mientras vago por los mismos senderos del infierno, pese a la sanación que se pueda alcanzar, nadie te advierte que va a doler. No es una quemadura ni torcedura del destino. Tal vez sea como arrancarse una bandita de una herida. Está cicatrizando, sanando bonito, pero te sacas la bandita, la rasgadura de la piel, y tirante es el dolor que escuece, que te recuerda que estás vivo. Un solo impulso, un soplo de vida. Te recuerda que dolió, pero estás aquí. Escribí, porque mi voz se silenció y las letras me dieron un nuevo significado. Tenía un código oculto en mis dedos y le dieron forma a un mundo que solo transcurría en mi cabeza, como parte de mi imaginación, y cada fantasía se hizo realidad frente a mis ojos. En el papel que se empapó con la tinta y las lágrimas que me regocijan con la creación. Escribí, porque se me hizo un hábito,

Los mensajes que callé: Inviernista incurable.

  No gustaba del frío calando sus huesos lo resentía, ay, soledad del alma mía se decía, con las manos tiritando y la piel de gallina.   Que el chaleco le pica la bufanda está deshilachada y torcida, no hay como el sol en verano y de preferencia la piel descubierta.   Y baja la temperatura añorando los colores vivos, el bronceado y el oleaje, y su loco amor de verano, ¿será el mismo al sol de invierno?   Pero sigue helado y su abrazo empeña, su piel como abrigo perfecto que ya le agarró el gustito a disfrutar de la compañía en este crudo invierno.

Los mensajes que callé: Vacío.

El miedo es lo primero que se me viene a la mente, pero no como ese temor infantil a los fantasmas o monstruos, quizá, solo tal vez, a los fantasmas del pasado y esos demonios que acechan a los corazones tibios que no saben amar. ¿Crees que se necesite de una capacidad? Puede que no todos lo tengamos permitido, como esa entrada al cielo divino. Quizá caí en desgracia y no me di cuenta. Y al abrir los ojos, pese al paisaje colorido que se me vino encima, preciosos colores pa’ degustar el brillo intenso de la luz solar, un vacío se expandió en todo mi pecho y sentí el cuerpo pesado y la piel tiesa, pero seguí floreciendo de la maleza. Raíces que llevo conmigo tras la espalda y los sentimientos brotaron cuando continúe caminando, pétalos que se marchitaron sobre mis mejillas, súbitamente desprendido al destello de un nuevo día. Podría permanecer explorando, y eso es lo que hago, aunque sus consejos parecen certeros, que a un nuevo amor me podré aferrar, pero ¿y si yo no nací par

Los mensajes que callé: Entre nosotros.

  Bajo la sombrilla precipitan pensamientos que me envuelven, emociones que se sienten en lo profundo, en los rincones donde no cabe la luz   dime, cómo lo haces cómo me alcanzas, si estás distante, viniendo a mí desde una tierra lejana, imaginándote a cada segundo abrazando la vida y viviendo de este sentimiento, ya nada nos hace falta.

Los mensajes que callé: Esperanzado (en ti).

Ahora que me cuestiono el por qué, si fue por simple miedo o realmente fue la rabia que me hizo borrarte. Evitar tu mirada a toda costa, porque, seguramente, si me cruzaba con tus ojos profundos y estrellados, habría renunciado a mi nombre, entregándome a ti por completo. Dónde se fue mi dignidad. Tuve que interponer una muralla entre los dos, ya que, no podía seguir esperando por el flotar de las montañas, ligeras como pluma, que tu jamás harías posible lo imposible. Y me da pena pensar que no lo harías, porque me miraste a los ojos, directo al corazón palpitante, junto a ti, y me dijiste que nunca habías sentido el cariño que sentías por mí. Y juro que no quiero traicionar tu memoria con mentiras y dudas, pero ¿fue real lo que hubo entre tú y yo? Y cuando formulo la pregunta en pasado, más me provoca ansiedad las imágenes que no dejan de colmar mi mente; como tu rostro, tu sonrisa que ocultabas del mundo, pero jamás de mí. De tu piel que era parte de la mía y de los abrazos que

Los mensajes que callé: Cuida tu corazón.

Si se rompe las piezas, tu esencia, como frágiles semillas que persisten, confío en que sobrevive.   Escucha los latidos en este espacio silencioso y su grito será lo único que permanece.   Permíteme cuidar lo que es valioso, delicado, acariciándolo con la brisa de primavera, consintiendo su aleteo vulnerable, vibrando con la melodía del tamborcillo que llama al huracán.   Quiero encerrarlo, mantenerlo protegido en su caja de cristal, más no podrá contener su hambre de peligro, salvaje sentimiento.   Y deja que la tormenta reviente que las olas sean ligeras, aunque me lleve la marea cuando toda emoción se libera, y lo apretujo suavecito sobre el pecho su vitalidad que calma.

Los mensajes que callé: Hipócrita.

Hermosos rostros, emparejados, me persiguen y atormentan. A veces quisiera desviarles la mirada, y no porque tenga miedo a petrificarme ni a que pueda ceder a la nostalgia o al anhelo, simplemente quiero plantarles cara y nadar contra la corriente. No es sobre ser fuerte ni de esos ideales vacíos de amor propio que solo llena la copa rota de una fiesta de lástima sin fin, sino para darle una oportunidad a esa parte solitaria que me seduce, que han apuntado con el dedo. No dejan de agobiarme con sus buenos deseos y que luego encontraré mi amor verdadero, me tienen hastiado. Grito para mis adentros, porque no quiero embarrarles la fiesta. Así que, salud. Sigan con sus intenciones y deseos más sinceros, embriagándose con todo lo bonito del universo. Yo también pensé que era mi sueño; pintando las vallas blancas, dibujándome una sonrisa tonta en la cara, pero ¿en qué pensaba? Creí que era mi anhelo, pero, tal vez, todo fue solo un sueño dentro de un sueño. Y puede que suene par