3. Nunca más
Abrimos la puerta giratoria, con las manos vacías y los ojos bien abiertos. Completamente desnudos. Parados en ambos pies, casi de puntillas, y ya no puedo esperar.
Quiero cruzar el límite. Ver lo que hay del otro lado
del espejo. La imagen se distorsiona frente a mí y salto al precipicio. El
vacío nunca se sintió tan placentero.
¿Crees que tengo miedo? Salto porque soy inmortal.
Invencible, quizá. Pero, ¿qué importa? A nadie le importa, ¿o acaso viste mi
reflejo del otro lado?
Y me pierdo, porque quiero ser encontrado,
cubriéndome los ojos para ver mejor, pero todo está oscuro hasta que oigo su
nombre. Me acerco al sonido silencioso, adentrándome a lo desconocido.
El corazón me palpita fuerte como un tambor, como si
todo fuese mejor si estoy del otro lado.
Sígueme, porque aquí siento que puedo volar. Me
desplazo libremente al vacío y despliego estas alas que no tengo, las que me
cortaste. Pero, por favor, no te sientas culpable. Que te he dicho que soy
inmortal. Tengo la piel dura como roca, pero el alma suave como terciopelo.
Me pierdo para que me encuentres o, tal vez, pa’ que me
olvides y dejes de buscar.
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