5. Toma mi corazón (Parte I)
Ahora, hay dos formas de poder… de permitirme continuar. Y, de alguna manera, quisiera que todo fuera más sencillo. Que mi voz fuese escuchada aún a través de todo el silencio que la sofoca. Porque, aunque no lo crea, también merezco ser escuchado. Pero, ¿qué pasó? Fui omitido. De pronto, el mundo sintió que estaba mejor sin mí y apagó la luz. Pese a que grité, caí, sangré. Me convertí en vela que iluminó la noche y simplemente se apagó.
Mientras revivo de mi silencio y sus palabras
inconclusas, nuevamente el fuego me escuece los labios y ya no se siente tan
decadente. Pero es la manera en que me miras cuando camino al descubierto, con
mis nervios y dolor al desnudo. Porque confié en ti, pero disté vuelta la cara.
Así que encontré un lugar mejor. Un espacio al que, aparentemente, pertenezco.
Perdí mi lugar en el mundo, donde creí que importaba.
O eso pensaba. Y supliqué con el alma.
Entonces, prendí la mente. Soy un poco más
consciente. Conectado con el mundo. Y dejo que mis sentidos me guíen al
otro lado. Más allá del vacío. Porque, cuando estuve clavado en el hoyo, con
los labios ardiendo y las pupilas extendidas, estuve aquí.
Ya no tengo miedo. Y ¿cómo habría de tener miedo? Si
siento que nada me ata, nada me sostiene. Escapando de esta realidad, vaciando
galones de lágrimas para luego construir un bote y navegar eternamente sobre el
desborde. Y todo yace distorsionado. Trato de encontrarle un sentido a todo
esto. La realidad. La verdad. El mundo. Pero todo me parece más absurdo,
brusco, distante.
La respiración se me agita, la mente se me prende y
apaga, como luces tintineantes. Descompuesto. Siento que necesito arreglo. Que
me saquen el corazón y descubran su mecánica. Y estoy otra vez desnudo ante sus
ojos, confiando mi piel con un toque desconocido. Mis nervios sobre la mesa,
con mis pensamientos entre sus dedos y mis emociones aceleradas.
Solamente… arráncame el corazón. Te desafío, a que lo
tomes con ambas manos. Pese a que, ante la menor de las caricias, todo pueda
volar en pedazos.
¡Vamos, te reto! Arráncame el corazón, cuando estoy
distante del dolor. Mi piel está entumecida de finas hierbas que envenenan mis
sentidos. Porque, ya nada queda. Solo esta cascara y mi alma que vuela,
esparcida, desvaneciéndose en lo incierto.
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