10. Espiral

    Y no sabía a quién recurrir. Porque, cuando la lluvia cayó incesante sobre mi cabeza, ¿qué más podría haber hecho? Podría dejar que la lluvia precipite sin descanso, casi como si fuese una guerra entre la naturaleza y yo. Sin embargo, pese a que busque asilo en medio de la penumbra, puede que solo me haya encontrado conmigo mismo y su reflejo.

Quiero verme en el espejo. Descubrir que hay más allá de lo evidente. Porque pareciera que todos pueden reconocer esa sonrisa que traigo puesta sin esmero en los labios, pero, ¿será real? Si me veo directo desde el reflejo del espejo, ¿soy yo quien se encuentra del otro lado? Así que, sin más demora, miré penetrante a la figura sobre el fondo. Así descubrí las arrugas que se han cobijado del lado de mis ojos, y tal como lo dijo una eminencia, que las arrugas son solo las marcas que demuestran que he vivido. Tal vez he reído y también llorado. Pero, sobre todas las cosas, he celebrado la vida como ningún otro. Y es que la vida es una sola, ¿no?

Frente al espejo pude darme cuenta del pelo que se va tornando grisáceo. Y me encanta la forma como las ondas del cabello van jugando, danzando con el soplo del viento. También pude observar cómo la piel se reseca, pero no me molesta. Porque el tiempo sigue su curso. Ya no espera a nadie. Los años van consumiendo mi cuota de juventud y me pregunto: ¿tendrá algún sentido?

Aun así, con la ayuda del espejo, entre arruga delatora y cabellos danzantes, no logro darme cuenta de lo que falta, o ¿acaso se trata de alguna pieza extraviada de este rompe cabezas? Porque pieza tras pieza las he juntado. De día y de noche las he reunido todas. Contra el viento del norte y la lluvia que cae sobre mis hombros. También contra todo pronóstico y pese que nada ni nadie hacía presagiar. Pero ya se encuentra un agujero ocupando su lugar. Y pareciera que ese vacío se derrama como los mares que rompen en la orilla. Más vacío y más distante, casi perdido en el sentido de este mundo que me contrae a lo recóndito. Respirándome con todas sus fuerzas y exhalándome sin consentimiento.

Puede que necesite quebrajar esta coraza que me aprisiona, cuando la piel es tan elástica que me aprieta el corazón y las entrañas. Pero, cuando se descascaré de mí el cuerpo que me oculta y sostiene, tal vez ya nada quedé. Así que, dejaré que pieza tras pieza caigan sobre tierra fértil y me permita aflorar a borbotones.

Y mientras dejo que la lluvia me enjuague todito el vacío, consentiré que el claro de luna me persiga por el cerrojo de mi armadura, esta que se tropieza entre cenizas para transformarse, así, de pronto, en vida que palpita sobre el universo.

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