Mi amor y yo: 1.01 La alegría de coincidir
Resumir todo lo que siento puede que sea una de las cosas más difíciles que he hecho en el último tiempo. Juntar todas estas emociones que me revolotean en el pecho y plasmarlas en un pedazo de papel, simplemente parece una tarea titánica, pero puede que sea la única manera en la que se pueda comprender.
Pensando
en una metáfora, supongo que diría que se siente como un enigma envuelto en un
misterio. Porque, sinceramente, pensé que ya había pasado de estos clichés,
como el día en que nos conocimos. Te veías tan guapo cuando nos encontramos en
la calle, expuestos a la luz natural, la gente rodeándonos. De pronto, todo se
movió en cámara lenta y quedé cautivado con la simpleza del momento.
Considerando
el cliché y las vueltas que da la vida, lo cierto es que, antes ya había escrito
cartas de amor; algunas desesperadas, otras con alegría, también con tonadas de
nostalgia y de esperanza. Sin embargo, ya que por fin tomo el papel como si mi
vida dependiese de ello, las palabras se liberan a borbotones, y es que me doy
cuenta de lo maravillosa que es la vida cuando dejamos que fluya sin más.
Que
la vida fluya sin ninguna cadena que la reprima ni juicios que la aprisionen.
Te
escribo, cariño, porque necesito compartir contigo estos pensamientos que me
consumen y, a la vez, me inundan la mente. Es solo mi imaginación acelerándose desde
que me crucé en tu camino. Y es que nuestros mundos colisionaron y, en ese
preciso momento, pude contemplar una preciosa vista con mis ojos totalmente desnudos.
Quiero
contarte que, cuando menos lo esperaba, la madrugada se difuminó en mi rostro y
la mañana encontró su sitio escondiéndose bajo el mar. De pronto, el atardecer
se me coloreó en la piel y la noche con su oscura intimidad nos dispuso en un
solo espacio.
Que
este lugarcito sea para ti y para mí. Quiero confiar que es así.
Al
verte fue como contemplar el universo a través de un prisma, observando como
los colores convergían y se mezclaban los unos a los otros. Y cuando los
colores fueron irradiando, todo el mundo se volvió un caleidoscopio, al igual
que mi corazón, mezclando figuras y sensaciones, planetas y constelaciones.
En
estos días que hemos tenido que mantenernos distantes, que he estado pendiente
de una línea fina que nos conecta a cientos de kilómetros, me pregunto cómo es
que todo coincidió en aquella noche de invierno, resplandeciendo en tus ojos morenos,
incandescentes, los que me permiten ver más allá de lo evidente.
Comentarios
Publicar un comentario