Mi amor y yo: 1.04 Invierno primaveral (Parte I)

    Hay noches de las que es imposible escapar, como sobrevivir al frío del crudo invierno.

Busqué ropas que pudiesen abrigarme la piel, sin embargo, el viento no dejaba de soplar, a rabiar, como si tratase de derrocar todo lo que encontrara a su paso.

Los arboles no dejaron de mecerse, sufriendo de lado a lado, y escarchándose con el eco blanco que dominó las calles. Y alcancé a fundirme en las frazadas, apando las luces y me quedé esperando que el frío pudiese amainar su violento arrastre.

Una cobija podrá cubrirte el cuerpo que reclama el helado durmiente, más no puede darte refugio de una noche tan oscura como aquella.

No me di cuenta de lo mucho que lo necesitaba. Y resulta sencillo y tan obvio a la vez. Porque, solo es otro cuerpo que se encuentra a un lado, a veces ofreciendo su hombro o regazo, pero, otras veces, es igual de violento que la crueldad del invierno. Supongo que por eso me considero un hombre afortunado. Porque no sucede todos los días.

No me diste un refugio para sobrevivir a la helada, tampoco me salvaste de la ventisca que no dejaba de precipitar sobre mis mejillas. Solo fue una caricia que me hizo sentir y que me enterneció la piel.

Me apapachaste el alma.

Al cerrarse la puerta tras de mí, aunque el viento sopló con más fuerza, los pulmones se me inundaron de valentía y mis piernas trazaron el camino de vuelta a tus brazos. Pese a que me quedé sin aliento y el corazón se me desbocaba, sé que tu silueta frente a mis ojos puede detener cualquier frío que amenace el sublime brote de esta oportunidad (…)

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