Los mensajes que callé: Prendido.
Me pregunto si
habrá sido por miedo. Si hubiera vencido la más inmensa de las alturas, ¿tu
habrías hecho lo mismo? Tal vez estoy pidiendo demasiado.
Y nuevamente le
imploro a la noche, rogando a ojos cerrados, con el insomnio a cuestas y el
corazón palpitante, que me dé alguna respuesta sobre tu ausencia. Porque solo
Dios y tú saben el por qué vienes y vas, constante como las olas que tarde o
temprano estallan en la orilla, cuando lo único que quiero es que llegues a mí
y me devuelvas la piel desnuda y deseosa de tus besos, pero el temor se posa en
tus pestañas y vuelves a revolotear, lejos.
Podría
reclamarte por el insomnio y las noches en velo, culpándote por quedar prendido
entre las sombras, en la oscuridad de mi habitación, dedicándote susurros
ahogados y la fiebre que no cesa cuando mis pensamientos sobre ti me llenan en
lo profundo. Que te reclamo y pido más, aún, en tu ausencia.
No puedo evitar
sentirme como un tonto, recostado sobre la cama, añorando los meses que pasamos
juntos y te me clavaste como espina en el pecho, pero al extrañarte aprieto la
herida, como un masoquista, pa’ que no me hagas tanta falta, que ya no sé si
resista de otro invierno sin tus cabellos juguetones, preguntándome dónde
guardo todo este cariño, saciando mi hambruna en cuerpos ajenos, pero el tuyo
sigo esperando, hasta que las velas no ardan.
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