Los mensajes que callé: La alegría ya viene.

Hoy, más que en otros días, la cabeza se me carga con pensamientos sofocantes, aleatorios, imágenes desafortunadas y creencias erróneas. Que no soy capaz, que el poder de las letras me ha abandonado, que no sirvo para nada, y aunque la lista podría continuar reproduciéndose toda la noche, la más recurrente de ellas es: “no has logrado nada”.

Estoy chiquito, digo consolándome para mis adentros, pero la cruel verdad es que estoy viejo. Soy todo un adulto, y ya no es una excusa que estoy luchando para conseguirlo, porque se supone que tengo toda la sabiduría y experiencia, pero no siento el poder para alcanzar mi meta. Y siento esta maldita ansiedad nuevamente cargándose sobre mi pecho preguntándome, si realmente debería luchar por lograrlo.

En fin, mañana será otro día y quizá con el vuelva la alegría.

Y cuando el té de melisa no me ayuda para conciliar el sueño y las respiraciones profundas no pueden mantener la distancia de mis malos pensamientos, salgo rápidamente al jardín del patio, levanto la cabeza y miro cómo las estrellas tan pequeñas, ínfimas en su naturaleza, brillan más en la oscuridad. Y pese a que sea una idea pueril, me conforta y me hace creer que, al siguiente día, la luz será más cálida y acogedora. Tal vez también llegue hasta mí y pueda iluminar lo que sea que esté cargado sobre mi hombro, haciendo el peso más ligero y ser de ayuda, una mano amiga, como tu compañía.

Respira; lento y profundo, escribe una carta, escucha música tan fuerte que tiemble todo el suelo. Corre, lento, pero seguro. Levanta todo el peso que te apuna. Abraza y besa como si el mundo se fuera a acabar mañana. Y quizá así suceda.

Pide ayuda, grita si es necesario, arrójate al mar para exorcizar los fantasmas, que se vayan con el agua fresca como la suciedad que barriste bajo el tapete. Enfrenta a los demonios, aunque cueste y duela, porque van a seguir escondiéndose bajo la cama, esperando para asustarte dentro del closet, pero que sepas que tienes la valentía para verlos de frente pa’ que se desvanezcan.

Nadie dijo que sería fácil, pero solo tú tienes la fortaleza.

Ya no pierdas el tiempo con esta maldita ansiedad que te aprisiona, y confía que mañana será un nuevo día y con el va a volver la alegría.

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