Los mensajes que callé: Vacío.
El miedo es lo
primero que se me viene a la mente, pero no como ese temor infantil a los
fantasmas o monstruos, quizá, solo tal vez, a los fantasmas del pasado y esos
demonios que acechan a los corazones tibios que no saben amar.
¿Crees que se
necesite de una capacidad? Puede que no todos lo tengamos permitido, como esa
entrada al cielo divino.
Quizá caí en
desgracia y no me di cuenta.
Y al abrir los
ojos, pese al paisaje colorido que se me vino encima, preciosos colores pa’
degustar el brillo intenso de la luz solar, un vacío se expandió en todo mi
pecho y sentí el cuerpo pesado y la piel tiesa, pero seguí floreciendo de la
maleza.
Raíces que
llevo conmigo tras la espalda y los sentimientos brotaron cuando continúe
caminando, pétalos que se marchitaron sobre mis mejillas, súbitamente
desprendido al destello de un nuevo día.
Podría permanecer
explorando, y eso es lo que hago, aunque sus consejos parecen certeros, que a
un nuevo amor me podré aferrar, pero ¿y si yo no nací para amar? Para que me
explote el corazón tal como los amantes que profesan su amor contra este mundo
desnaturalizado, ahora sé que vale la pena haber amado, pero ¿podría hacerlo
otra vez?
Respóndeme, si
lo ves.
Mientras tanto, vivo cautivo del arrebol que se difumina tras el ocaso, sembrando flores que me llevan flotando a las palabras que saboreo como fruto prohibido y, aun así, grito que no tengo miedo, porque nací y reclame mi corona, que a quien le pese soporte mi estrella fugaz que derrapa como un huracán.
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