Los mensajes que callé: (Tu nombre) En la punta de mi lengua.
Hay un desierto
del lado derecho de la cama.
Jamás pensé que
me pasaría, esta necesidad, extrañar las sábanas revueltas de tu lado y quitándome
el abrigo durante la madrugada, esta maldita nostalgia de cobijarme entre tus
brazos cuando ya no estás.
A veces, cuando
la noche está fría y llena de terrores, me cambio al lado vacío y me pongo en
posición fetal, tratando de recordar, encaminándome hacia un pequeño viaje al
pasado. Y, aunque sé que no es una buena idea andar dando vueltas por mi
memoria, porque podría salir herido, otra vez, me repito que debí de haberme
perdido en la calle del olvido, esa misma donde tu deambulas cuando la noche
yace sin estrellas.
Repitiendo este
paseo, recorrí un lugar deshabitado, escuchando voces que seguramente vienen
desplazándose de tiempos remotos, y quisiera que me guíen a algún lugar donde
te pueda encontrar, donde sea, donde quieras que estés, porque tus expresiones
las estoy perdiendo de vista, borrándoseme de los pensamientos, aunque supongo
que era la idea, perderte, sin más.
Y qué hago
aquí, quisiera saberlo, preguntándole al cuarto vacío sin necesidad de una
respuesta. Porque, puede que sea evidente, pero aun así necesito escucharlo de
un clarividente. Y no soporto esta ironía de olvidarte para recordar, por qué te
quiero mantener anclado a mi mente, trayéndote de vuelta simplemente me hace
daño.
¿Acaso se trata
de otra lección que va a dejarme roto el corazón?
Entonces, me
sumerjo en lo profundo de las arenas movedizas, lo que es real y en ocasiones
una mera fantasía, totalmente concentrado en mi misión, recorriendo las ruinas
del lugar que construimos juntos, pero todo se acabó.
Y pese a que vocifero
a los cuatro vientos de que no quiero más, que no lo voy a volver a intentar,
en noches como estas, cuando las estrellas se van difuminando entre lo oscuro del
cielo, confieso que no me queda más remedio que seguirlo intentando. Volver a
recordar, porque pensarte es también pensar en mí mismo, amarte es amarme un
poquito más, y aprender de los caminos esquivos del corazón, que cada palpitación
me reclama que sigo vivo, aunque no haya motivo para celebrar.
Lo siento, pero
no puedo evitar que me envuelva la melancolía. Ya no aguanto tanta rabia y
desconsuelo, cuando ni siquiera estás aquí para gritarte todo esto que siento.
Porque te culpo… y te amo, maldita seas. Quiero apuntarte y gritar con cada
entraña de mi ser que te detesto a rabiar, y lo que más rabia me da es que no
tendré ninguna respuesta. Entretanto, sigo dando vueltas en circulo, porque el
sendero de los recuerdos lo caminé entero solo en tu búsqueda, pero ya no queda
nada, en ese espacio que solía ser tuyo solo queda un desierto del lado
izquierdo de la cama.
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