Silver wolf... Lo abominable.


Al despertar de la paliza que les dio el supuesto yeti, los centinelas se asomaron hasta el cuerpo malherido de Logan, quien lucía desorientado y algo molesto, ya que, pese a haberlo intentado, no pudo hacer nada para contrarrestar el ataque y ayudar a Charlie.

¡Qué fue eso…!, se preguntó, también sintiendo el pánico presionándole los pensamientos, y les ordenó a los centinelas el volver a la nave y solicitar refuerzos de Yeon y los otros, señalando que él seguiría las huellas casi indivisibles como único rastro para llevarlo al rescate de su compañero. De su amigo.

Al levantarlo del suelo, el niño miró en rededor y se dio cuenta que el ambiente hostil del planeta se manifestaba con fuerza, la ventisca bloqueaba totalmente la visión a un par de metros de distancia, a causa de la nieve, y no pude evitar el sentirse desolado, pensando que, quizá, no lograría dar con el paradero de la bestia. Y aunque sabía que el instinto de los centinelas sería oponerse a su orden de abandonarlo a su suerte para buscar refuerzos, se sabía que su mirada decidida y autoritaria no era algo que expresaba con frecuencia, por lo tanto, los centinelas entendieron la urgencia de la situación y no hicieron reparo alguno ante lo encomendado por el joven capitán.

Entonces, a medida que los centinelas se divisaron como diminutos puntos que se perdieron en el horizonte, Logan corrió y corrió, sintiendo el pesar del viento que soplaba con rabia y que no le daba tregua, percibiendo cómo el frío le calaba profundo en sus huesitos, hasta que perdió el rastro de las huellas del gigante.

¿Cómo no nos topamos con un gigante amable?, se preguntaba a sí mismo, pensando en aquella película del gigante amistoso que tanto lo aburría, pero que Charlie parecía disfrutar, en lo que sus pensamientos fueron interrumpidos por el sonido del interfaz que compartía con el humanoide, dándose cuenta que estaba próximo a su perímetro.

Antes de fijar las coordenadas precisas para seguir la señal que a ratos se perdía, Logan se detuvo y miró de lado a lado en busca de alguna indicación que le diera a entender que aquel era el lugar donde la bestia tenía su guarida y mantenía cautivo a su amigo. Y al cabo de unos segundos, tras escuchar un pitido que indicó la intermitencia de la señal, dio un paso en falso y sintió la superficie movediza, como si le hubieran quitado la alfombra bajo sus pies, cayendo de espaldas sobre una pila de escombros que nuevamente lo dejó inconsciente.

Todo el mundo le dio vueltas, visualizando imágenes sobre el aterrizaje forzoso, las luces festivas de la ciudad, la expresión de decepción de sus padres y las lágrimas que se arremolinaron sobre su mano, en el instante en que agarró con determinación una de las palancas de propulsión y la nave “Lobo plateado” aulló con libertad, perdiéndose en los confines del espacio.

Al abrir sus ojos, medio consciente y aturdido por el golpe que se dio en la cabeza, contempló con cuidado la fortaleza que el gigante construyó con escombros de viejas naves y lo que fuera que seguramente recolectó de las expediciones y otras tripulaciones y, al mirar hacia el cielo, el niño se maravilló ante el candelabro de araña cristalizada que yacía colgado. Todo muy irónico, pensó, ya que justamente se sentía como una mosca atrapada entre los hilos finos en una telaraña de una detestable y grotesca araña de pelaje sedoso y blanco.

Y cuando ya había recobrado por completo la consciencia, se extrañó al no divisar el cielo amplio y sus precipitaciones de un blanco polvillo que asemejaba la nieve, sino que se vio cubierto por enormes y gruesas murallas de hielo, tan transparentes como el cristal. A su vez, Logan se fijó que la guarida de la bestia era completamente de hielo, inclusive el suelo que le permitía mantenerse de pie, por lo que, si la superficie se derrumbaba, seguramente quedarían sepultados sobre una tumba fría de hielo.

Toda la guarida de la bestia estaba cubierta del cristal congelado, una fina, pero fortificada capa de transparente hielo que no se derretiría ni ante mil soles. Barras y pilares que adornaban el basurero más fino que en su vida había visto y celdas impenetrables de las que posiblemente nadie podría liberarse.

Sabiendo que no tenía tiempo que perder, sacó su intercomunicador que compartía con cada uno de los tripulantes del Lobo plateado, especialmente en situaciones que requerían expedición a planetas desconocidos y hostiles y trató de hacer contacto con la nave, utilizando todos los trucos tecnológicos con los cuales Charlie lo había instruido, aun así, reconoció que ese era el talento de su amigo y el de él se centraba solamente en el manejo de la nave. Por lo que, desconociendo los metros bajo la superficie, jamás lograría enviar un mensaje, comprendiendo que debía utilizar su creatividad e imaginación para inventar un plan B.

Observando en rededor, tratando de encontrar alguna respuesta a sus plegarias o, en su defecto, algún artefacto mágico que lo pudiera ayudar para salvar a Charlie, se dio cuenta que la mayoría de celdas de hielo estaba vacía, pensando inmediatamente que alguna de ellas pronto iba a contar con su nombre.

Ya concentrado y de vuelta al presente, el niño divisó a Charlie sobre una roca gigantesca que tenía algunos orificios, haciéndole pensar que parecía algún tipo de artilugio para realizar rituales de sacrificio como en civilizaciones milenarias que recordaba de alguna clase de historia en la academia. A su vez, se dio cuenta que otra criatura yacía prisionera dentro de una de las celdas, y aunque no alcanzaba a visualizar con detalle, no se trataba de un humanoide como su amigo ni tampoco humano como él, quien lucía una túnica con simbología y colores desconocidos para su mundo y que, posiblemente, pertenecía a la cultura de algún pueblo, en otra galaxia.

Se acercó sigiloso y ocultándose entre los pilares de hielo que sostenían de alguna manera extraordinaria la estructura que el abominable construyó con su inteligencia, también se mimetizó con los escombros que yacían tirados en el suelo y, pese a que no sabía utilizar la pistola laser o maniobrar el sable a la perfección, tal como Yeon o Sky, tenía que reconocer que su inteligencia era su mejor arma. Así que, merodeando en rededor, escarbando entre los escombros y atento sobre la estructura que lo mantenía prisionero, descubrió que el hogar del monstruo albino podía ser una especie de depósito o, en otras palabras, un basurero. Observando con detención también descubrió un montón de basura, armas, ropas, suplementos que seguramente les robó a otras tripulaciones.

Al darse cuenta de las fechorías que estaba planificando su gigante enemigo, comprendió que constantemente ponía sus garras sobre el pecho de Charlie, inspeccionando con delicadeza para llegar y descubrir su centro de poder. Y eso fue lo que más temía el joven capitán, ya que, si el gigante se pasaba de listo y corrompía la fuente de poder del humanoide con sus garras, y finalmente se la quitaba, sin ella el humanoide no volvería a despertar, perdiéndose por completo su nivel de consciencia y reiniciándose probablemente en un estado primario, incluso obsoleto.

Todos los datos; las experiencias, los momentos y la información que poseía se borrarían para siempre de su memoria y el Charlie que conocía ya no iba a existir.

Y por más vueltas que le daba; pasando de un plan al otro, se decía a sí mismo que sería un completo y rotundo fracaso. Y sin siquiera tener un “pla” como plan para ejecutar, no pudo dejar de obsesionarse con la presencia del otro prisionero.

¡Concéntrate, concéntrate!, se reclamaba una y otra vez, pero se le hacía difícil no pensar en el prisionero que yacía desfallecido en la celda, pensando que, tras arrebatarle la fuente de poder a Charlie, puede que sería el siguiente.

E imaginando que todos sus planes acabarían con la desconexión de Charlie y su inminente muerte, Logan sabía que requería ayuda, pero probablemente los centinelas recién habrían llegado hasta el lugar donde la nave aterrizó, por lo que el refuerzo llegaría un poco demasiado tarde. Y se preguntó qué pasaría si unía fuerzas con aquel prisionero desconocido.

Casi al borde del colapso, ¿qué podría salir mal?

De forma arriesgada, como empezaba cada uno de los planes orquestados por Logan, le arrojó una piedrita al prisionero y éste despertó como si nada de su letargo.

Cuando abrió sus ojos, Logan no supo cómo comunicarse con el prisionero, hasta que recordó, de sus días de academia, que existía un gesto universal que podías efectuar con las manos, en lo que tenía que, primeramente, cerrar el puño de su mano derecha y que el otro pudiera visualizarlo, lo que demostraba que no era un enemigo, mientras que juntaba el dedo índice y el pulgar, formando una especie de corazón, para demostrarle que se trataba de un posible aliado o amigo.

Si bien se imaginó a sí mismo haciéndolo, se sintió como un idiota, a quien posiblemente habían engañado en razón de su ingenuidad, a su vez, pensando en lo tonto que lucía aquel gesto que sus otros compañeros de academia le enseñaron.

Pero, sintiéndose como un idiota sin muchas opciones, empuñó su pequeña y frágil mano y junto sus dedos índice y pulgar con escepticismo, formando un tierno corazón con sus dedos huesudos, esperanzado que el prisionero pudiera comprender su significado.

Quizá pudo haberlo engañado como parte de una trampa del abominable, no obstante, la presencia del prisionero, su rostro y la convicción en su mirada le indicaba que, tal vez, podía brindarle una oportunidad.

Sin conocimiento en cuanto a que los centinelas hayan logrado llegar sanos y salvos a la nave e informar a Yeon y a los otros sobre su posible paradero, el corazón le dio un vuelco y su ansiedad le hizo sentir que, por más planes y alianzas que pudiera hacer, quizá la trampa del abominable se convertiría en su tumba de hielo. Y el joven capitán pensó, sintiendo que todo estaba contra su favor, que había tenido peores pronósticos, por lo que, justo cuando la bestia albina agarró sus utensilios para abrir el centro de poder de Charlie, éste lanzó un grito de guerra y empezó a arrojarle todo lo que vio a su paso.

No hubo ningún plan ni alternativas, solo un instinto férreo de supervivencia y de salvar a su amigo.

Desde lo profundo de sus entrañas, hipotetizando que tendría como cinco estómagos, el abominable lo divisó a un par de metros y seguramente pensó en abalanzarse y aniquilarlo para siempre, pero sabiendo que su bien más preciado se encontraba encima de la roca de sacrificios, solamente gruñó con fuerza, desconcertando al valiente y pequeño capitán.

Claramente, éste no se dejó amedrentar por su cruel y voraz gruñido, así que, se aferró a su pistola laser lanzando disparos a diestra y siniestra, palpitándole el corazón de alegría cuando uno de los rayos, por suerte, logró golpear el cerrojo de la celda del prisionero desconocido. Y este, en un intento para escapar y salvarse, cogió un arco y flecha que encontró entre los escombros y disparó certero contra la araña de cristal que se posaba sobre sus cabezas.

Kamikaze. Todo o nada, muy del estilo de Logan.

Y sucedió todo como en cámara lenta, cuando el disparo fundió el cerrojo de la celda y el prisionero, quien yacía expectante ante el conflicto, pateó la jaula con rabia y se arrojó sobre la superficie, pensando que lo tenía todo planeado. Fríamente calculado. Porque, al posicionarse sobre el suelo y hacerse con el arco y la flecha, simplemente fue una jugada maestra. Algo que seguramente llevaba planeando durante un buen tiempo, anhelando la oportunidad para contraatacar.

Todo estuvo a punto de descontrolarse, sin embargo, cuando la estructura de cristal cayó sobre el suelo, pese a que toda la superficie bajo sus pies cedió y se desmoronó sin más, el abominable cogió el cuerpo inerte de Charlie, mientras que Logan se aferró a una estructura metálica adherida a los muros rocosos y el aliado desconocido quedó suspendido en el aire, sujetándose con ambas manos a las rocas puntiagudas del suelo que se abrió como una boca con hambre voraz que los iba a devorar.

Visualizando todo con un poco más de claridad, Logan pensó que, si la bestia caía, se llevaría a Charlie consigo, por lo que, cualquier paso que fuera a dar, no podía ser en falso. Por nada del mundo. No podía fallar de nuevo ni decepcionar a su amigo ni a la tripulación.

El niño cerró sus ojos y, aunque la guarida estaba en total oscuridad, se dejó guiar por una voz que le iba llenando la mente, una energía que lo animó y le dio el coraje. Entonces, abrió los ojos nuevamente y se supo preparado.

Entretanto, su aparente aliado cogió su túnica que no permitía que se descubriera su rostro, cubriéndose con una especie de capucha que le rodeaba el contorno de la cabeza con una línea dorada y que se desplegaban símbolos que el niño jamás había visto en su vida. Luego, empezó a emitir una onda de energías que solo había presenciado en películas o escuchado a través de relatos que sus compañeros de la academia solían comentar, quienes ya habían hecho sus travesuras por el espacio y contaban historias sobre criaturas extraterrestres, seres de otros universos con habilidades especiales y que su cultura no tenía nada que ver con la raza humana.

Cuando vio que la energía se volvía una luz iridiscente que flotó en dirección a Charlie y rodeaba su cuerpo moribundo, contra la voluntad de la salvaje criatura, Logan supo lo que tenía que hacer. Y empuñó su sable con ambas manos, tiritando del nerviosismo, pero respirando profundamente, susurrando para sí mismo y depositando en aquella hazaña toda su esperanza. Y, con todas sus fuerzas, encontrándose el ambiente en absoluta quietud, tomó el sable con determinación y apuntó contra la grotesca garra del abominable, arrojando el sable en su contra y con la punta logró lastimarlo gravemente, ocasionando que este se desprendiera de Charlie y finalmente cayera a lo profundo del abismo.

No lo habría imaginado ni en sus sueños más salvajes.

Convergidos en un silencio ensordecedor, al ser herido gravemente por el sable del niño, la bestia albina se derrumbó frente a sus ojos y, lo más importante, sin arrastrar a Charlie en el proceso, por lo que Logan alzó una carcajada seca y se dijo para sí mismo que, sabiendo que sería tan sencillo vencer a la bestia, probablemente lo habría intentado antes.

Al asegurarse de que Charlie yacía sano y a salvo sobre los escombros de la tabla de sacrificios bajo de él, luciendo como un muñeco sin vida, Logan desesperadamente corrió para socorrerlo, sin embargo, también debía tenderle una mano a su aliado. Por lo que, mientras que éste continuaba suspendido y también con el riesgo de caer al abismo, le tendió su mano y ya los tres prisioneros estaban a salvo, hasta que se dio cuenta que todas las maniobras peligrosas afectaron letalmente el centro de poder de Charlie, destruyéndolo de forma inconmensurable.

Sin mecánicos ni tiempo para llegar a la nave, Logan simplemente se desplomó sobre el suelo, desbordado en llanto como el niño que era, recordando que su padre siempre le llamaba la atención y se burlaba de él por “llorar como niña”, sintiendo la culpa arremeter contra su corazón.

No obstante, sin siquiera decir una palabra, su compañero de prisión tomó su mano derecha, al igual como Logan lo había hecho minutos atrás, y juntos hicieron el gesto de cerrar los ojos, alzar las manos hasta el pecho de Charlie y dejar que la luz iridiscente fluyera y pudiera restaurar la fuente de vida del humanoide.

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