Silver wolf... Un milagro antes de navidad.

 

Tanta destrucción… pensó, mientras su corazón no paraba de latir bajo su pecho, incesante, deseando fervientemente que se detuviera tan solo un segundo. Tal vez devolverle cada uno de esos segundos a Charlie, quien claramente los merecía más que él.

Un paso en falso que no debió cometer, otra vez. No podía creerlo. Realmente no quería creer que fuera posible una vida sin Charlie. Sin su compañía; las coordenadas precisas y los códigos sociales que jamás entendería. Una vida sin escuchar su tono de voz animatronico que solía desconcertarlo, especialmente cuando estaban en medio de un diálogo y se daba cuenta que no era un humano.

Pero, sin duda, mucho más humano que todos los demás.

Sintió el frío condensado en la guarida, diminutos copos de nieve, transparentes y gélidos, que fueron flotando delicadamente por el agujero que provocó la gran caída de la araña de hielo, un frío que lo abofeteó para despertarlo de su letargo, abriendo sus ojos de par en par ante el caos que sus malditas manos crearon.

Miró detenidamente en rededor, percibiendo la calidez de sus mejillas y lo húmedo de sus ojos que estaban a punto de romper en llanto, hasta que decidió levantarse de golpe y socorrer a su compañero de prisión.

Rápidamente se acercó a su encuentro, quien estaba suspendido en el aire y aferrado a un tempano de hielo, como si su vida dependiera de ello. Y una vez que lo alcanzó con sus manos pequeñas y huesudas, utilizando toda la fuerza que aún le quedaba para impedir que cayera al abismo, creyó que no había sentido piel más gélida que aquella. Se sorprendió con la suavidad de sus manos y la piel tersa, pero helada, sujetándolo con fuerza y sin dejar que la túnica le descubriera el rostro.

Y aunque lo evitaba, miró directo hacia sus ojos resplandecientes, conmoviéndose con la bondad que le transmitían, a medida que lo atraía hasta su cuerpo y logrando finalmente extraerlo del filo del abismo.

Un silencio cómplice se arrulló entre los dos, escuchándose solamente el rugido de la ventisca que no daba tregua, en lo que Logan sintió una lagrima que le rodó lenta y delicadamente por su mejilla, pero, sin uso de palabras, se sintió contenido por la sola presencia de su nuevo amigo.

Si bien la caída del abominable impidió que fueron sepultados en una tumba de hielo, frente a ellos yacía Charlie sobre las ruinas de la mesa de sacrificio, inmóvil, y con una expresión apacible en su rostro que el niño creyó que estaba imaginando. Es por el shock, se dijo para sí mismo, como si se tratara de un consuelo, sintiéndolo demasiado duro e irreal. Y no pudo evitar el correr hacia su encuentro, imaginando que Charlie se levantaba de las ruinas, algo errático y torpe, haciendo ruiditos chillones al desplegar sus extremidades y enunciando coordenadas que no tendrían sentido, pero, al menos sus errores podrían repararse. Sin embargo, cuando el niño se acercó, simplemente aterrizó sobre sus rodillas y se derrumbó, al lado de Charlie imploró para que lo recibiera con un abrazo, rodeándolo con sus bracitos cortos y susurrándole con un llanto ahogado, para que por favor se despertara. Pero siguió inerte.

Y no se lo cuestionó en el momento, pero no le pareció extraño que estuviera llorando sobre la mecánica de un cuerpo que jamás tuvo vida.

Dentro de su mente, lo llenó el sonido de los pájaros que se posaban frente a su ventana y los alaridos de Charlie fuera de su habitación, escupiendo las órdenes que le encomendó su padre, a ratos sintiéndolo como su celador y le gritaba que no necesitaba ni de su apoyo ni tampoco de su compañía, rememorándolo todo como el film de una película aquellos momentos en que el cuerpo humanoide de Charlie cobró vida para Logan con la chispa de su amistad.

No quería despojarse, apartarse ni un solo segundo de su cuerpo sin vida, en que el prisionero desconocido se posó frente a él, del otro lado del humanoide, contemplando cómo las lágrimas del niño fluían sin remedio, cogiendo las manos de Logan con gentileza e invitándolo a ponerse en una posición de oración.

Dispuso su peso sobre las rodillas, sintiendo la superficie congelada y húmeda, sin soltarse ni un solo instante del agarre de sus manos, imitando cómo este cerraba los ojos y dirigía sus extremidades hasta el centro de Charlie, su pecho, maravillándose con el resplandor iridiscente que convergía frente a ellos, luminosidad que fue acompañada por el resoplido del viento y los copos de nieve que se arremolinaron formando un diminuto torbellino que finalmente amainó y se dispersó.

De pronto, Logan perdió la concentración cuando un chirrido incesante de maquinaría se escuchó sobre el firmamento, también percibió el cuchicheo de voces que le parecían familiar.

Se trataba de Yeon y Sky que gritaron desesperadamente por su nombre, y también el de Charlie, que en cuestión de segundos se acercaron hasta la orilla de la guarida del abominable, más bien, su madriguera, apuntándolos directamente con la luz de las linternas, aparatos viejos, pero útiles ante un apagón o para una expedición en completa oscuridad.

Logan cerró los ojos un instante, pensando que ya había olvidado cómo lucía ser cegado por la luz natural, o artificial, moviendo los brazos de una forma torpe para darles aviso de su paradero y también ideando un plan para comentarles sobre lo ocurrido con Charlie. Y en el momento en que vino a su mente, simplemente supo que no podría. Jamás tendría la entereza, la fuerza suficiente para declarar la muerte de quien se había convertido en su amigo.

Pero, tratando de asimilar y enfrentar sus sentimientos de pena, culpa, frustración y decepción, todo en un solo instante, repentinamente dio un salto cuando el cuerpo inerte de Charlie se sacudió, escuchando un breve, pero intenso jadeo, y un tono de voz metálico y quejumbroso le hizo saber que lo estaba aplastando.

¿Esto es real?, se preguntó, tiritando de nerviosismo y abriendo sus enormes ojos de color pardo, de par en par, atónito y sin palabras, tratando de entender lo que estaba ocurriendo, mientras que su nuevo amigo solamente pestañeaba sin ningún ápice de asombro.

Y sin perder más tiempo, entretanto los centinelas y los chicos trataban de bajar hasta el fondo de la guarida para ejecutar el protocolo de rescate, el niño se abalanzó sobre la mecánica chirriante del humanoide, balbuceando entre sollozos cuestiones incomprensibles, quizá solo para él mismo, mostrándose simple como un niño, a la vista y paciencia de su tripulación.

Pero, honestamente, qué importaba, tenía que celebrar que Charlie estaba vivo y que, no importara lo que sucediera, ya no tendría que superar ninguna vida sin él, pensamiento que súbitamente se esfumó cuando un gruñido de ultratumba subió desde el abismo.

Antes que Yeon y Sky pudieran alcanzar y rescatarlos de las ruinas, el abominable logró escalar el gran agujero por el cual cayó arrastrado y alzó sus gigantescas garras para atrapar a sus rehenes. No había más escapatoria, ni grandes hazañas. Y en tan solo unos segundos, se tomó una decisión.

Si tenía que capturar y caer con alguien, entonces, más le valía que fuera con él.

Entonces, el pequeño capitán hizo su último acto heroico empujado a Charlie y al otro prisionero, con su corazón latiéndole desaforado, sacrificándose para que el monstruo no pudiera hacerles ningún daño.

Pese a que fuera la víspera de navidad, aquel acto de heroísmo y dramatismo puro pudo haber resultado en un real y completo desastre, inhalando lo que sería su último aliento, sin embargo, no contaba con la astucia de su querida tripulación.

Sintiendo un ardor sobre sus costillas provocado por las garras greñudas, Logan solamente suplicó que todo culminara rápidamente y, especialmente, que sus amigos no tuvieran que presenciar lo que sería su descenso. Y antes que el abominable pudiera siquiera osar a moverse unos centímetros, Sky y los centinelas lo acribillaron con el rayo láser en tan solo unos segundos, causando que el monstruo finalmente cediera y soltara de su agarre al niño, perdiendo el conocimiento cuando fue sujetado por Yeon, quien magistralmente se arrojó para sostener y salvar a Logan, permaneciendo con el niño entre sus brazos.

Entre sus sueños, lejos de la explosión y la desesperación para salir escapando de la ciudadela, Logan visualizó que, saliendo de la atmosfera, tras la blanca nieve y desprendiéndose de las nubes grises, un oscuro y maravilloso espacio le estaba esperando, probablemente lleno de aventuras y plena libertad junto a su tripulación, hasta que despertó.

Al abrir sus ojos, lo primero que hizo fue mirar uno de los ventanales cercanos a la escotilla de salida, dirigiendo su mirada hacia el basto y oscuro cielo y se sintió indigno, merecedor solo de penumbras y desilusiones, interrumpiéndose su flujo de consciencia por las voces que conversaban una sobre la otra, en lo que Yeon mencionaba lo arriesgado de la expedición y Sky simplemente sonaba alegre ante el despertar del capitán, no obstante, no escuchó ningún sonido metálico, solo una voz que no lograba reconocer.

Y por un segundo le entró el pánico, pensando que el despertar de Charlie solo fue un sueño dentro de un sueño, alguna clase de alucinación ante todo el caos y estrés por el enfrentamiento contra el abominable, pero, al levantarse de la camilla, adolorido y haciendo su mayor esfuerzo para acarrear el peso de su cuerpo, se dio cuenta que Charlie estaba revoloteando frente al tablero de control, tal como siempre lo había hecho, pese a que Logan lo reprendía y sentía que lo desquiciaba. Pero, por vez primera, estaba demasiado contento con aquella escena.

Al levantarse de la camilla, siendo ayudado y acompañado por los centinelas, quienes seguramente se sentían apesadumbrados por haber abandonado al capitán para dirigirse a una misión suicida o, al menos, eso fue lo que vociferó Yeon con una actitud de superioridad, el niño se maravilló con los preparativos que la tripulación hizo para celebrar la víspera de navidad.

En aquel momento, aunque no le cabía duda de ello, Logan reafirmó lo ingeniosos que sus tripulantes podían llegar a ser.

Dentro del comedor, los chicos desplegaron algunas baratijas brillantes para ornamentar según la ocasión; trofeos de algunas expediciones y objetos que estaba seguro que vio en la guarida del abominable, pero, cómo es ese dicho: “ladrón que roba a ladrón…”, pensó y una sonrisa maliciosa se le dibujó en los labios, cual Grinch, también maravillado por la elegante y apetitosa cena que estaba desplegada sobre toda la mesa.

A salvo, hambriento y rodeado de amigos, qué más podría pedir.

Y hablando de amigos, pensó para sus adentros, el niño atravesó lentamente por toda la habitación, hasta el otro extremo de la mesa, para encontrarse con su nuevo amigo. Este permanecía con la túnica que le cubría gran parte de su cuerpo y dejando entrever solamente sus ojos iridiscentes, aun así, cuando Logan se acercó hacia su encuentro con cierta parsimonia, sin ánimos de asustarlo o tomarlo por sorpresa, rápidamente su amigo hizo una reverencia, y con las manos gélidas que el niño llegó a sentir dentro de la guarida, su nuevo amigo se descubrió el rostro.

Pese a que pudo haberse sorprendido, Logan quedó pendiente de sus ojos iridiscentes, esos mismos que le entregaron la confianza suficiente para recibir su ayuda y, luego, salvarse mutuamente.

 

-Hola… mi nombre es Logan… gracias por… por todo. – Dijo el pequeño capitán tímidamente y sonrojándose al agradecerle, seguido de una reverencia.

 

Justo cuando su interlocutor estaba por emitir una palabra, Yeon irrumpió y se sumó a la cuasi conversación, comentándole a Logan que su amigo y huésped no había emitido ninguna palabra ni intentado comunicarse desde que salieron de la guarida, por lo que, según las investigaciones y análisis que realizaron hasta ese minuto, no tuvieron éxito en descubrir el idioma del nuevo miembro de la tripulación.

Y pese a que el niño comprendió que no podría dialogar con palabras ni sonidos, se mantuvo una conexión entre los dos, una cierta mirada y energía que le hacía sentir agradecimiento y tranquilidad, explicándole a Yeon que hizo el gesto manual que sus compañeros de academia le enseñaron en alguna oportunidad. Y, al principio, Yeon no entendía muy bien a lo que se refería, mirando de reojo a Sky y mostrando una expresión de extrañeza, hasta que el niño hizo el gesto de juntar su dedo índice y pulgar para formar un diminuto corazón, lo que instantáneamente ocasionó las carcajadas burlescas de Sky, los centinelas y Yeon, explicándole entre risas que dicho gesto solo fue una invención de sus compañeros, provocando que su nuevo amigo esbozara lo que parecía una sonrisa y Logan simplemente enrojeció y no le quedó otra más que reír ante sus ocurrencias.

Luego de la comilona, entre risas, palabras de agradecimiento e historias sobre otras peripecias, Logan notó algo distinto en Charlie, sin embargo, aún no podía descifrarlo, por lo que se acercó sigiloso hasta encontrarlo nuevamente merodeando frente al centro de mando. Y antes que pudiera siquiera abrir su boca, Charlie se le adelantó.

 

-Lo que hiciste fue una hazaña bastante arriesgada. Todavía no logro entender cómo fue que arriesgaste tu vida para sal… varme.

-Charlie, eres mi amigo. Y lo haría otra vez, sin pensarlo. – Le respondió Logan como si fuera lo más obvio del mundo, también dándose cuenta que no lo trató de “señorito”.

-Amigo… - Susurró Charlie, sopesando el significado de aquella palabra como si estuviera degustando bocado por primera vez, y dejando atrás el tono animatronico que solía emitir.

 

Entretanto se alejaba lentamente, Logan le dio una palmadita en su hombro y una sensación de calidez lo llenó por completo, atravesando nuevamente la habitación para contemplar el cielo a través del ventanal principal.

Ahí estaba, justo frente a él, un cielo raso y que se iba oscureciendo a cada minuto, instante en que rememoró cada una de los eventos desde que se bajó por la escotilla para iniciar la expedición hasta que fueron prisioneros del abominable. Seguramente no lo contaban de nuevo, pensó el niño, en la medida que enfocaba su mirada en una pequeña estrella, quizá la primera, que divisó en el firmamento, cerrando por completo sus ojos y pensando para sus adentros en algún deseo, tal como le había enseñado su madre.

Qué más podría pedir, se repitió a sí mismo, sintiéndose contento con las posibilidades que estaban a su favor, también sintiendo el calorcito bajo su pecho tras escuchar la risotada de sus amigos que seguían relatando historias sobre viejas expediciones, perdidos en el espacio, y de cómo un niño de tan solo treces años se convertía seguramente en el capitán más joven de la historia. Además, de ser el piloto más talentoso, claro.

Y después de abrir sus ojos, la primera estrella en el cielo se había esfumado, y en su ausencia una luminosidad de colores verdosos, fucsias, dorados y rojizos se derramaron sobre el cielo del planeta, moviéndose como humareda al vacío, y todos a bordo de la nave presenciaron maravillados el fenómeno luminoso.

Fue en ese instante cuando Logan se volvió optimista, probablemente como milagro navideño, y pensó que, no importaba lo que pudiera suceder mañana o en un futuro distante, porque podría superarlo todo acompañado siempre de su querida tripulación.

 

-¿Estás listo para aventurarte al infinito?

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